Hacía más de tres años o incluso cuatro que no hacía una ruta de senderismo, creo que la primera que hice en mi vida sería cuando estaba en la escuela de primaria en mi pueblo, creo que un par de veces al años, no recuerdo el motivo, íbamos andando en fila de dos desde el colegio al lado de la carretera y cantando canciones como “vamos a contar mentiras” hasta un cortijo llamado La Rehoya lleno de antiguos alcornoques y con mucha sombra. Pasábamos el día corriendo, jugando, subiéndonos a los árboles y poco más, pero si aburrirnos ni un minuto. Al medio día nos comíamos un bocadillo que nuestras madres antes nos había preparado y por la tarde regresamos otra vez cantando y sin sensación de estar cansados ni nada.
Iglesia y calle de El Gastor
Otras rutas de senderismo que he hecho por mi cuenta cuando era más mayorcito era por las dunas de Matalascañas, mi hermano y yo nos inventamos un juego aventura llamado “a por la duna más alta” y consistía en subirnos a la primer duna casi colindante a la urbanización donde mis padres tenían el apartamento de verano, mirar a lo lejos y señalar alguna aún más alta todavía, con el fin de ir a “conquistarla”, cruzábamos pinos, ramas, arbustos sin sendero ni nada, lo más recto que podíamos bajando y luego otra vez subiendo como podíamos hasta llegar al objetivo, así hasta llegar a la mayor de todas, o al menos, la que nuestro instinto decía que buscar otra más alta, además de estar muy lejos era demasiado temerario, no obstante llegamos casi siempre a la misma, a una que tenía una señal a modo de cilindro de hormigón señal de que esa altura era ya considerable, hoy buscando en internet me entero que se llama vértices geodésicos y antiguamente servía como punto de medición para hacer cartografía. Pues bien desde allí si te ponías mirando hacia el mar podías ver, en baja mar hasta Sanlúcar y si girabas la cabeza en el mismo punto a tu espalda estaba otro inmenso mar de pinos que llegaba hasta que la vista se perdía muchos kilómetros también en el horizonte. Aprovechábamos la puesta de sol que casi nunca terminábamos de ver porque la vuelta a casa nos esperaba una buena bronca si lo hacíamos de noche.
Después llegó la universidad y llegaron los viajes a otras tierras de Andalucía, era la época en el que la Junta de Andalucía tenia un programa llamado Inturjoven que por sorteo, los que no teníamos enchufe, nos quedábamos con lo que los hijos de los funcionarios no querían; Esto es difícil demostrar, y supongo que en la administración aún había personas que hacían bien su trabajo, pero hablando con otras personas atabas cabos y entendías porque pasaban “ciertas cosas”. En cualquier caso y por poco menos de 10.000 pesetas de las de entonces podíamos disfrutar un par de semanas en Grazalema o Cazorla con todo pagado, albergue juvenil, comidas y excursiones. Mis padres nunca me lo pagaron, a pesar de que al cambio serían 60 euros y tomando en cuenta la inflación de aquellos tiempos 12% no sería al cambio más de 100 euros de los de hoy. Así que durante mi época estudiantil y gracias esta vez al Gobierno de España, estiraba la beca lo que podía para contar con estos ahorros para escaparme del nido familiar por 15 o 20 días. En aquellos años conocí Los alcornocales, Cazorla… y otros lugares más gracias a los Cicerones de Sevilla conocí El bosque y Benamahoma.
Y siendo trabajador asalariado, se acabaron los viajes organizados, esta vez fueron los amigos de los amigos que ya con otros anteriores amigos habían hecho rutas por estos campos de Andalucía los que me hicieron descubrir picos más altos. Si eran muy lejos incluso nos permitimos alquilar alguna casa rural y hacer varias rutas desde allí, lo cierto que era un poco temerario, a veces nos perdíamos y otras veces incluso tuvimos pequeños accidentes que podían haber tenido graves consecuencias como fue el de ir un dia al pinsapar cuando las previsiones de grandes tormentas se cernían en el cielo, y siendo Grazalema de los lugares donde más llueve no era lo más aconsejable, pero los dioses nos protegieron, no nos cayó ni una gota de agua y cuando volvimos a Sevilla nos enteramos que hubo inundaciones e incluso rescate de personas. O cuando fuimos tres amigos y el que llevaba el coche, el único de los tres que sabía conducir se dobló el pie y a la vuelta no era capaz de pisar el freno… En fin, aventuras.
Ahora que ya los amigos de entonces no están, han emigrado, se han buscado otras aficiones más caseras, tienen familias, los fines de semana se dedican a descansar o … tal vez soy yo, que que me he vuelto más solitario, independiente y gracias a que no tengo familia y que descanso demasiado en el pueblo… He decidido apuntarme a las actividades de senderismo organizadas por el Instituto Municipal de Deportes.
El punto de encuentro fue en los Bermejales, y me tuve que levantar muy temprano porque no me fiaba viendo del horario del autobús pudiera llegar a tiempo porque a las 8 tenía que estar en el lugar de partida y anduve en la noche casi 7 kilómetros hasta llegar donde me indicaron nos recogerían. La actividad estuvo dirigida por esaventuras.es y había un monitor por cada 10 personas, eran tres monitores, el principal de guía en cabecera, otro a mitad del grupo y una enfermera en la cola. Además venía un técnico de deportes del ayuntamiento. La comunicación entre ellos se hacia por walki y todo fue bastante fluido, parándonos cuando debíamos para esperar a los que tenían más dificultades y adaptándose ellos a los más avanzados, esperando a que bajáramos de las cumbres si no querían continuar.
Han hecho más salidas durante el año pero me he enterado tarde, la de ayer domingo fue ir al pueblo blanco El Gastor y desde allí subir a los picos de Las Granjas y Algarín. con alturas de más de 1000 metros por encima del nivel del mar.
El grupo muy heterogéneo desde niños de unos 11 o 13 años hasta personas de 70 años, madres, padres e hijos, estudiantes, parejas, grupos de amigos de cervecita, runners, estudiantes universitarias alguna incluso erasmus extranjera...
La ruta era media alta y efectivamente había momentos en los que teníamos que tener mucho cuidado porque las piedra se deslizaban y a pesar de todo solo hubo una torcedura de pie y una pequeña caída con una herida de esas que se tapa con tiritas sin importancia. La pena es que no todos los del grupo se atrevieron a subir a los puntos más altos, ya sea por vértigo, seguridad o quizás conociéndose uno mismo sabe lo que puede o no puede llegar a hacer sin peligro o sin “miedos”.
Las vista son impresionantes, se podían ver hasta cuatro pueblos distintos y un embalse bastante seco, lo conocía ya desde otro punto de la sierra, el de Zahara, pero jamás lo había visto tan seco como ayer. y también jamás había subido tan alto y observado unas vistas tan profundas, al menos que yo recuerde.
No me importaría volver para enseñárselo a los amigos, pero quizás necesite una segunda vez con este grupo el año que viene que repetirán actividades, sería fácil que me perdiera si intentara hacer yo el guía por mi cuenta.
Albúm de fotos aquí: El Gastor, Pico Las Granjas y Tajo Aljarin.