08 enero 2023

La utilidad de lo inútil


 Un libro que me ha parecido de 5 estrellas, de esos que cuando llegué a la última página dices, "¡Tengo ganas de empezar de nuevo a leerlo".

El libro defiende la idea de que la búsqueda de conocimiento o acciones que parecen no tener una utilidad inmediata muchas veces son la base de algo que puede servir para otros fines, sobre todo los que como seres humanos nos define.

Una primera idea sería la afirmación del autor:

Considero útil todo aquello que nos ayuda a ser mejores.

El libro se articula en tres partes y un epílogo, en la primera parte se centra en la "útil inutiliad de la literatura", la segunda parte critica la lógica del beneficio que busca la enseñanza y la investigación; y la tercera parte toma ejemplos clásicos para mostrar los perversos efectos que producen la "posesión" sobre el carácter del hombre basado en "el amor y la verdad".

¿Todos los valores se pueden pesar o medir, Buena pregunta. Muchas veces recuerdo las palabras del poeta que dice "Todo necio confunde valor y precio".

Mientras el iba leyendo el libro, no paraba de subrayar citas, me gustaría repetir con otras palabras lo que el autor escribe, como técnica que leí para poder recordar los libros, pero me veo incapaz, así que escribo, copio sus palabras tal cual.

NOTAS: 

> Es doloroso ver a los seres humanos, ignorantes de la cada vez mayor desertificación que ahoga el espíritu, entregados exclusivamente a acumular dinero y poder.

> La mirada fija en el objetivo a alcanzar no permite ya entender la alegría de los pequeños gestos cotidianos ni descubrir la belleza que palpita en nuestras vidas: en una puesta de sol, un cielo estrellado, la ternura de un beso, la eclosión de una flor, el vuelo de una mariposa, la sonrisa de un niño. Porque, a menudo, la grandeza se percibe mejor en las cosas más simples.

> (...) el hecho de ser inmune a toda aspiración al beneficio podría constituir, por sí mismo, una forma de resistencia a los egoísmos del presente, un antídoto contra la barbarie de lo útil que ha llegado incluso a corromper nuestras relaciones sociales y nuestros afectos más íntimos.

> ¿Cómo podría imaginarse el amor sin la gratuidad?

> El hombre moderno, que ya no tiene tiempo para detenerse en las cosas inútiles, está condenado a convertirse en una máquina sin alma.

> (...)la profesionalización de los estudiantes significa perder de vista la dimensión universal de la función educativa de la enseñanza: ningún oficio puede ejercerse de manera consciente si las competencias técnicas que exige no se subordinan a una formación cultural más amplia, capaz de animar a los alumnos a cultivar su espíritu con autonomía y dar libre curso a su curiositas. Identificar al ser humano con su mera profesión constituye un error gravísimo: en cualquier hombre hay algo esencial que va mucho más allá del oficio que ejerce. Sin esta dimensión pedagógica, completamente ajena a toda forma de utilitarismo, sería muy difícil , ante el futuro, continuar imaginando ciudadanos responsables, capaces de abandonar los propios egoísmos para abrazar el bien común, para expresar solidaridad, para defender la tolerancia, para reivindicar la libertad, para proteger la naturaleza, para apoyar la justicia…

> Si supiera alguna cosa que me fuese útil y que resultara perjudicial para mi familia, la expulsaría de mi mente. Si conociera alguna cosa útil para mi familia, pero que no lo fuese para mi patria, trataría de olvidarla. Si conociera alguna cosa útil para mi patria, pero perjudicial para Europa, o útil para Europa y dañina para el género humano, la consideraría un crimen.

> En una sociedad utilitarista, los hombres acaban amando las «bellezas fáciles» (« beautés faciles») que no requieren esfuerzos, ni excesivas pérdidas de tiempo (« Les gustan los libros que se consiguen con facilidad, que se leen deprisa, que no exigen un detenido estudio para ser comprendidos»

> Si basamos el valor humano es función de la productividad, estamos subordinando el presente al futuro. En cambio si asociamos el valor humano a los más bellos logros del arte, a la poesía, al pleno desarrollo de la vida humana, sólo cuenta el instante presente, y la vida es liberada, al menos de tiempo en tiempo.

> EL ENCUENTRO CON UN CLÁSICO PUEDE CAMBIAR LA VIDAS Sin embargo, no es posible concebir ninguna forma de enseñanza sin los clásicos. El encuentro entre el docente y el alumno presupone siempre un «texto» del que partir. Sin este contacto directo, los estudiantes tendrán dificultades para amar la filosofía o la literatura y, a su vez, los profesores perderán la oportunidad de aprovechar al máximo sus cualidades para despertar pasión y entusiasmo en los alumnos. Al cabo, se romperá definitivamente el hilo que había mantenido unidas la palabra escrita y la vida, el círculo que había permitido a los jóvenes lectores aprender de los clásicos a escuchar la voz de la humanidad aun antes de que, con el tiempo, la vida misma les enseñase a comprender mejor la importancia de

los libros que nos han nutrido.

> Los libros contienen las palabras de los sabios, los ejemplos de los antiguos , las costumbres, las leyes y la religión. Viven, discurren, hablan con nosotros, nos enseñan, aleccionan y consuelan, hacen que nos sean presentes, poniéndonoslas ante los ojos, cosas remotísimas de nuestra memoria. Tan grande es su dignidad, su majestad y en definitiva su santidad, que si no existieran los libros, seríamos todos rudos e ignorantes, sin ningún recuerdo del pasado, sin ningún ejemplo. No tendríamos ningún conocimiento de las cosas humanas y divinas; la misma urna que acoge los cuerpos, cancelaría también la memoria de los hombres.

> «El conocimiento es una riqueza que se puede transmitir sin empobrecerse». Sólo el saber —poniendo en cuestión los paradigmas dominantes del beneficio— puede ser compartido sin empobrecer. Al contrario, enriqueciendo a quien lo transmite y a quien lo recibe.

> Si hoy, como hemos visto, el poseer ocupa un lugar eminente en la escala de los valores de nuestra sociedad, algunos autores han mostrado con brillantez la carga ilusoria de la posesión y sus múltiples efectos destructivos en cada dominio del saber y cada forma de relación humana. «Es el gozar, no el poseer, lo que nos hace felices» ( I, XLII), sugería agudamente Montaigne.

> El error, para Séneca , obedece sobre todo al hecho de que no valoramos a los hombres por lo que son sino por los hábitos que visten y los ornamentos con los que se atavían: Pues bien, cuando quieras calcular el auténtico valor de un hombre y conocer sus cualidades, examínalo desnudo: que se despoje de su patrimonio, que se despoje de sus cargos y demás dones engañosos de la fortuna, que desnude su propio cuerpo. Contempla su alma, la calidad y nobleza de ésta, si es ella grande por lo ajeno, o por lo suyo propio (IX, 76, 32).

> Abandonar la pretensión de poseer, saber convivir con el riesgo de la pérdida significa aceptar la fragilidad y la precariedad del amor. Significa renunciar a la ilusión de una garantía de indisolubilidad del vínculo amoroso, tomando nota de que las relaciones humanas, con los límites y las imperfecciones que las caracterizan, no pueden prescindir de la opacidad, de las zonas de sombra, de la incertidumbre.

> Rinaldo y su intérprete Lotario nos invitan a renunciar a la noción de verdad absoluta, nos invitan a aceptar la idea de que toda conquista es siempre provisional y precaria y está expuesta a la pérdida.

> 4. POSEER LA VERDAD MATA LA VERDAD

> La esencia de la philo-sophia radica en mantener siempre vivo el amor a la sabiduría. Esta es la razón por la cual importa más correr con dignidad que ganar la carrera.

> Esta es la razón por la cual la duda no es enemiga de la verdad, sino un estímulo constante para buscarla. Sólo cuando se cree verdaderamente en la verdad, se sabe que el único modo de mantenerla siempre viva es ponerla continuamente en duda. Y sin la negación de la verdad absoluta no puede haber espacio para la tolerancia. Sólo la conciencia de estar destinados a vivir en la incertidumbre , sólo la humildad de considerarse seres falibles , sólo la conciencia de estar expuestos al riesgo del error pueden permitirnos concebir un auténtico encuentro con los otros, con quienes piensan de manera distinta que nosotros. Por tales motivos, la pluralidad de las opiniones, de las lenguas, de las religiones, de las culturas, de los pueblos, debe ser considerada como una inmensa riqueza de la humanidad y no como un peligroso obstáculo.

> Palabras, estas de Lessing, como las de los otros autores que hemos leído más arriba, capaces de hacernos vibrar las cuerdas del corazón, de testimoniar hasta qué punto la pretendida inutilidad de los clásicos puede revelarse, por el contrario, como un utilísimo instrumento para recordarnos —a nosotros y a las futuras generaciones, a todos los seres humanos abiertos a dejarse entusiasmar— que la posesión y el beneficio matan , mientras que la búsqueda, desligada de cualquier utilitarismo puede hacer a la humanidad más libre, más tolerante y más humana.

> a lo largo de la historia de la ciencia la mayoría de descubrimientos realmente importantes que al final se han probado beneficiosos para la humanidad se debían a hombres y mujeres que no se guiaron por el afán de ser útiles sino meramente por el deseo de satisfacer su curiosidad.

—No tiene obligaciones —le respondí—; sólo oportunidades.

Así pues, la libertad no trae consigo inactividad, sino más bien el peligro de trabajar en exceso.

anhela tiempo libre , seguridad, libertad frente a la organización y la rutina

los poetas y los músicos, se han ganado el derecho a hacer las cosas a su gusto y logran los mayores resultados cuando se les permite actuar así.


01 enero 2023

Escribir cartas

¿Cuánto tiempo hace que no escribes una carta? ¿La escribiste a ordenador, o incluso a mano? Se dice que es algo que tiende a desaparecer. Me alegro de haber vivido aquella época en la que me sentaba con unos folios en blanco, bolígrafo en mano y empezaba un diálogo con el futuro receptor y a la vez conmigo mismo. Después de tal vez una hora o más doblaba esas hojas y seguía el ritual de escribir la dirección del destinatario en el sobre y pegar el sello. Aún recuerdo el sabor de la goma en mi lengua, 

Hace unas semanas, decidí hacer limpieza y descubrí un cajón de cartas que recibí a finales de los 80 y principios de los 90, incluso pasado el año 2000 habría algunas, pero lo mismo que ocurrió con las fotografías analógicas que desaparecieron de los álbumes de papel en libros coleccionables para guardar las fotos en nuestros móviles y ordenadores, los emails sustituyeron pronto al papel.

A pesar de todo, ya sea por costumbre, o por hábito durante algún tiempo los emails mantenían ese tipo de conversación tranquila, en la intimidad y con la paciencia de la espera y lectura sosegada. Sin embargo lo que terminó de matar las cartas escritas y su forma de escribirlas, fueron las redes sociales y el WhatsApp.

Esta mañana puse en el buscador "escribir cartas" y los resultados no dejaban a dudas, algunas páginas webs hablaban de cómo escribir una carta formal, con la intención de documentos que atestigüen temas legales, solicitudes burocráticas, etc. Otros enlaces describían estructuralmente como son.. eran, con su fecha, su contenido, despedida y firma! Gracias, sobre todo a la fecha, muchas de las cartas que redescubría pude poner en orden alguna de las etapas que viví intensamente. Es eso, porque por mucha mensajería instantánea que hoy usemos, una carta manuscrita trasmite una intensidad y sentimiento que no puede llegar a tener el WhatsApp.

 Quizás haya algunos intentos tecnológicos que puedan asemejar lo que vivimos algunas personas hace 20 o más año como la aplicación https://slowly.app/es/ que permite encontrar penfriends en el mundo y a modo de cartas que llegan a sus destinatarios en el tiempo que las tradicionales cartas lo hacían, incluso se pueden coleccionar sellos.

Aún no es tarde de intentarlo si no lo hiciste alguna vez o recuperar esa forma de comunicación que la paciencia, la espera y la sorpresa de recibir respuesta para luego elaborar una contestación, sin prisas, con cariño puedas experimentar.