31 agosto 2022

El arte de perderse

 


Otra maravilla de libro, empiezo con una frase que compartí con mis amigos y familiares en WhatsApp

“Hay cosas que poseemos si están ausentes, hay cosas que no están ausentes si de ellas nos separa la distancia.”

Gracias a un artículo de Pijama surf que recomendaba el libro El arte de perderse de  Rebecca Solnit he podido disfrutar de una lectura relajada tranquila y azul, y digo azul porque esta mujer está obsesionada con este color, que por cierto era mi color favorito en estos últimos años y ahora lo es todavía más.

Hace varias semanas que lo leí pero hasta ahora no me he parado, ni me acordaba ya que lo tenía pendiente de comentar, así que solo me queda repasar algunas notas que subrayé mientras lo leía.

NOTAS:

“capacidad negativa”, es decir, a la virtud que puede tener un hombre de encontrarse sumergido en incertidumbres, misterios y dudas sin sentirse irritado por conocer las razones ni los hechos». [1] De una forma u otra, esta idea aparece una y otra vez, como los lugares señalados como «Terra Incognita» en los mapas antiguos.

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La pregunta, entonces, es cómo perderse. No perderte nunca es no vivir, no saber cómo perderte acaba contigo, y en algún lugar de la terra incognita que hay entre medias se extiende una vida de descubrimientos.

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Realmente el concepto de perdido tiene dos significados diferentes. Perder cosas tiene que ver con la desaparición de lo conocido, perderse tiene que ver con la aparición de lo desconocido.

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El azul de la distancia, la tierra desde el espacio , el cielo desde la tierra, el mar hacia el fondo, el horizonte en un día despejado ….

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Hay cosas que solo poseemos si están ausentes, hay cosas que no están ausentes si de ellas nos separa la distancia.

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Pero las verdaderas dificultades, el verdadero arte de la supervivencia, parecen residir en terrenos más sutiles. Lo que se necesita en esos terrenos es una especie de resiliencia psicológica, estar preparado para hacer frente a lo que venga.

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A menudo se habla de la belleza como si solo despertara deseo o fascinación, pero las personas más bellas lo son de una forma que las hace parecerse al destino, la fortuna o el sentido, como si fueran los protagonistas de una extraordinaria historia. El deseo hacia esas personas es en parte un deseo de alcanzar un noble destino, y su belleza puede parecer una puerta que conduce al sentido y no solo al placer. Sin embargo, sucede a menudo que lo único que tienen de extraordinario esas personas es el efecto que causan en los demás. La belleza y el atractivo excepcionales están entre las virtudes que concede el hada madrina malvada en el bautizo. Quien las recibe adquiere un poder considerable sobre los demás, lo cual puede hacer que la persona esté tan ocupada siendo una especie de sirena en las rocas en las que otros naufragan que se olvide de que tiene que encontrar su propio rumbo. Marine tenía ese aire de quien vive dentro de una historia en la que quizá otros también querrían vivir, pero, además de belleza, tenía talento, dedicación y valentía.

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Es sobre todo del fracaso de lo que aprendemos.

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Un idilio como aquel no estaba hecho para que durara. Durante un tiempo fue para siempre y después empezó a desmoronarse. No hay una historia que contar, pues una relación es una historia que construyes junto a otra persona y en cuyo interior te instalas con ella, una historia que proporciona tanto cobijo como una casa. Te inventas una historia sobre cómo vuestros destinos estaban llamados a entrelazarse como los tallos de la enredadera del porche, te acostumbras a tener una vista amplia por ese lado y a no tener vista por ese otro, a la puerta en la que hay que agacharse y a la ventana que está atrancada, y la persona que crees que eres influye en la persona que crees que es él y en la persona que él cree que eres tú, un castillo en las nubes hecho con el aire húmedo exhalado al soñar.

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Pero yo salí de aquella casa transformada, más fuerte y segura de mí misma que antes y cargada con un mayor conocimiento de mí misma, de los hombres, del amor, de los desiertos y de los lugares salvajes.

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Hay gente para la que solo hay o bien un único sol en el cielo, o bien oscuridad, y hay gente que vive en una noche llena de estrellas.

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Cuando una persona no se presenta en un sitio, quienes la están esperando a veces empiezan a contar historias sobre lo que ha podido ocurrir y acaban medio creyéndose la versión de la deserción, el secuestro, el accidente. Preocuparse es una forma de hacer como si tuviéramos conocimientos o control sobre aquello sobre lo que no los tenemos, y me resulta sorprendente , incluso en mi propio comportamiento, cómo preferimos las posibilidades truculentas al puro desconocimiento.

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Fue esta codicia, y las nuevas y cada vez más sofisticadas tecnologías de las que se servía, lo que llevó a que se extrajeran cada vez más recursos de los lugares salvajes y remotos del planeta hasta vaciarlos y se llenaran bancos con más dinero del que se podría gastar jamás, más dinero del que cuesta todo lo que se podría comprar.

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El fin del mundo era un lugar azotado por el viento pero tranquilo, con cormoranes negros y estrellas de mar rojas en las oscuras rocas bañadas por las olas al pie de una pendiente de arena y con el mar detrás, que se extendía hasta muy lejos y desde ahí hasta más lejos todavía.