Y El Giro, ha sido una sorpresa; Me ha recordado El Infinito en un Junco de Irene Vallejo por la historia de los libros y su papel en la historia; También El Nombre de la Rosa de Umberto Eco, al relatar los ambientes que reinaban en los monasterios con sus copistas. Se mezcla la historia de Roma en sus últimos años y la alta Edad Media, el Renacimiento, la Inquisición...y por supuesto El Epicureísmo, una de mis pasiones. El título hace referencia a como, por esos avatares de la vida, un libro que podía haberse perdido para siempre como lo hicieron tantas grandes obras griegas y romanas, haya pasado a nuestro presente y su influencia en el pensamiento moderno de ahora. Ese libro se llama De la Naturaleza de las Cosas de Lucrecio.
Así que hasta ahí puedo contar. Como he hecho en anteriores ocasiones, dejaré por aquí algunos de los subrayados.
NOTAS
¿Cómo podemos entender el mundo en el que vivimos? ¿Qué metas debemos perseguir en nuestra vida? ¿Tiene sentido dedicar la vida a la búsqueda del poder? ¿Cómo se definen el bien y el mal? ¿Qué es de nosotros cuando morimos?
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Gustave Flaubert: «Justo cuando los dioses habían dejado de existir y Cristo no había venido todavía, hubo un momento único en la historia, entre Cicerón y Marco Aurelio, en el que solo estuvo el hombre».
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Es el conocimiento uno de los placeres más profundos de la vida humana.
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Lo que ofrecía el filósofo griego no era una ayuda a bien morir, sino una ayuda a bien vivir. Liberados de la superstición, decía Epicuro, tendremos libertad para buscar el placer.
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«Los hombres sufren los peores males debido a los deseos que les son más ajenos»,
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Pero los cristianos pensaban sobre todo que el epicureísmo era una amenaza dañina. Si se acepta la tesis de Epicuro que afirma que el alma es mortal, escribía Tertuliano, se viene abajo todo el edificio de la moralidad cristiana.
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Lo que había que hacer era remodelar la historia de su fundador, Epicuro, de modo que no apareciera ya como un apóstol de la moderación al servicio del placer razonable, sino como una especie de Falstaff, protagonista de tumultuosos excesos.
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la búsqueda del dolor triunfó sobre la búsqueda del placer.
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Jesús lloró, pero no había ningún pasaje que lo presentara riendo o sonriendo, y menos aún buscando el placer.
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La vida en esta tierra es todo lo que tenemos los humanos.
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La fantasía del placer infinito nos ayuda a explicar su propensión al amor romántico: en la creencia errónea de que su felicidad depende de la posesión absoluta de un único objeto de deseo sin límite, el hombre es presa de un hambre y una sed febriles e insaciables que solo pueden provocar angustia y no felicidad.
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darnos cuenta de cómo son realmente las cosas constituye el paso fundamental hacia la posibilidad de alcanzar la felicidad. La insignificancia humana —el hecho de que las cosas no giren en torno a nosotros y a nuestro destino— es, subrayaba Lucrecio, la buena noticia.
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los seres humanos vivan una vida feliz, pero no porque piensen que son el centro del universo o porque teman a los dioses o porque se sacrifiquen noblemente por unos valores que supuestamente trascienden su existencia mortal. El deseo imposible de satisfacer y el miedo a la muerte son los principales obstáculos a la felicidad humana, pero esos obstáculos pueden superarse mediante el ejercicio de la razón.
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Pero ser liberado de las ilusiones perniciosas no es lo mismo que ser desilusionado.
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Los hombres, pensaba Lucrecio, no deben tragarse la ponzoñosa creencia de que su alma forma parte del mundo solo temporalmente y de que se dirige a otro sitio. Esa creencia solo servirá para sembrar en ellos una relación destructiva con el ambiente en el que viven la única vida que tienen.