Otra de "las cosas" curiosas que me está pasando es que si están en español e inglés, prefiero leerlo en este último idioma, aunque tarde más en acabarlo o incluso no pueda entender todas las palabras. Quizás ese desafío o por necesitar más tiempo para comprenderlo me hacen detenerme más en las ideas, en cambio si empiezo a leerlo en español, voy tan rápido, que paradójicamente, casi no retengo nada. No sé porqué me ocurre esto.
Si tengo que resumir el libro "El arte de la buena vida: Un camino hacia la alegría estoica" de William B. Irvine sería como un intento de probar que tener una filosofía de vida es mejor que no tenerla, que no perdemos nada en intentarlo y que no tiene que ser precisamente el estoicismo como deberíamos de comportarnos, cuyo principal objetivo no es otro que la tranquilidad, sino que debemos probar seguir algún sistema filosófico acorde a nuestra personalidad. El autor dice que lo mismo intentó el Epicureísmo o el Zen Budista, pero que éste último no le gustó porque exigía una mente libre de pensamientos y él es demasiado analítico, le da demasiadas vueltas (como yo) a las cosas, así que el Estoicismo que procura una vida de examen, le pareció más adecuado.
¿Por donde empezar?
Empecemos por nuestras emociones negativas, como podemos controlar la ansiedad, el miedo, la ira, el odio, la envidia... eso no es una buena vida. El control emocional y saber que podemos reducirlas nos ayudará a hacer frente a todos esos tropiezos y obstáculos que no pone la vida.
La tranquilidad también depende de nuestro modo de vida, perseguir la riqueza, la fama, el ego, tampoco es el camino. Si supiéramos disfrutar de lo que tenemos ahora seríamos más felices. Debemos reducir el deseo, o al menos desear lo que ya poseemos.
También hace referencia a que debemos asumir y entender qué cosas depende de nosotros o al menos en una parte de otras cosas que nos puede pasar y está fuera de nuestro control, y cuando ocurra asumirlo como algo natural.
No gastemos el tiempo en lo que otras personas hacen o dicen, ni siquiera los insultos nos debería de afectar, ya que si no nos importa su aprobación para lo que hacemos, ¿Qué nos va a importar si nos desprecian u ofenden con sus palabras?
La idea es que podamos disfrutar de las cosas, pero a la vez ser indiferentes a ellas.
Si en nuestra juventud vivíamos como si fuéramos inmortales, cuando seamos mayores, el poder levantarnos por la mañana y simplemente nos ponemos a caminar será un motivo de celebración diaria, hasta tal punto que los que han aprendido a vivir de esta manera, como Séneca afirmó en las últimas etapas de su vida estarán llenas de placer porque sabrán como usar esos días.
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