La preparación, la de siempre, un buen desayuno, aunque no tan descansado porque estuve despertándome varias veces durante la noche temiendo perder el autobús de la 8 de la mañana que era el que me llevaría a Sanlucar la Mayor.
Y la estrategia, muy bien también: me puse detrás en la meta y estuve corriendo muy lento, sin prisas y sin fijarme como me adelantaba, mi objetivo era tener un ritmo lo suficientemente cómodo como para no cansarme, controlar y todo fue de maravilla hasta el kilómetro 17 en el que ya me sentí fuerte y decidí aumentar el ritmo adelantando corredores hasta que en el kilómetro 22 me entró un chino en un pié y tuve que pararme para sacarlo, pude recuperar los metros perdidos sin embargo en el km 27 empezó la cuesta que subía al pueblo y volví a parar porque el corazón se me salía y me iba a dar un infarto.
Cuesta en la carrera del Guadiamar |
A falta de un kilómetro y otra vez sobre llano, los corredores empezamos a ponernos en marcha y pude entrar en meta marcando un tiempo de 3 horas y 7 minutos.
Me gustó este tipo de carreras, porque aunque iba solo, el ritmo era lo suficientemente tranquilo para conversar de vez en cuando con algunos corredores que se ponían a tu lado, de uno me enteré que había corrido 10 maratones y daba consejos a su compañera de que no había que estrenar ropa los días de competición. Yo por mi parte estuve hablando con otro corredor sorpendido de que fuera él en camiseta y pantalón corto diciendo que si bien al mediados de carrera sentí calor y me quité el cortavientos, cuando íbamos de regreso y el sol se puso en mi espalda tuve que volver a abrigrame, llevaba tres capas, las mallas en las piernas y el gorro. La mar de calentito y a gusto.
Hubo más anécdotas como el corredor que iba cantando a viva voz canciones de rock, o la chica que con su amiga llevaban un perro, también vi a un ciego con tres acompañantes a muy buen ritmo, me adelantaron.
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