Copiaré alguno de los pasajes que he subrayado:
A mi juicio, la política, especialmente cuando queremos diferenciarla de otras actividades, exige fundamentalmente dos cosas: 1. Haber caido en la cuenta de que su terreno propio es el de la contingencia. (Se entiende por contigencia la posibilidad de que las cosas sean de otra manera e invita a buscar alternativas) y 2. Una especial habilidad para convivir con la decepción.
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Quien entra en un diálogo, aunque las reglas del juego estén muy claras, no sabe exactamente como va a salir. Solamente es sincero un diálogo en el que yo pueda convencer a otros, pero en el que también pueda ser convencido, en todo o en parte. Los demás son necesarios para la autoconfirmación. Dialogar es siempre arriesgado y asi paraece haberlo entendido los que se niegan a hacerlo temiendo perder algo en esa operación.
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Perder no es dejar de tener razón, porque tampoco haber ganado le asegura a uno tenerla. Tener razón no depende de tener la mayoría (existe incluso una estupidez típica de la mayoría que viene a consistir en que querer tener, además de la mayoría, la razón). (...) Hay ideas muy valiosas en toda oposición y alternativas que no dejan de serlo por una mala acción política. En una sociedad democrática hacer política es el único instrumento legítimo para construir una nueva mayoría o para conservarla.
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Buena parte del actual desconcierto ideolótico se debe a que la derecha utiliza un lenguaje progresista y la izquierda habla en clave conservadora. La derecha se presenta -muchas veces, con razón- como la abogada de la innovación, impulsora de la modernización o defendiendo posiciones más avanzadas, mientras que la izquierda se preocupa por cosas tan poco revolucionarias como la seguridad, la coheión o el mantenimiento del estado del bienestar. La derecha, que tradicionalmente ha legitimizado los hechos sociales como realidades inmodificables, piensa ahora en una sociedad más abierta las posibilidades, mas flexible y configurable; la izquierda, que ha venido pensando en términos revolucionarios, se daría por satisfecha ahora con conservar lo que hay. Los papeles se han invertido: la derecha se ha hecho utópica y la izquierda realista. (...)
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