Ahora, como digo, sigo leyendo libros, tumbando en el cesped del rio cuando es invierno o sobre una toalla en verano en la playa, pero las anotaciones las hago en la última página; pongo primero el número de la página y luego una línea con escritura confusa y perezosa que me hace dudar de mi caligrafía. Este sistema me suele ayudar al terminar un libro y ver que fueron las cosas que más me llamaron la atención y no me gustaría olvidar, caso que a penas consigo.
Otra forma de leer, y no digo libros, es con la pantalla; todas las mañanas tengo la sana costumbre de hacer un desayuno exageradamente fuerte y en esa media hora que mastico y mastico, leo la prensa en internet; suele ser una lectura rápida, sobre todo los titulares y si me interesa la noticia leo el resto en zigzag, no suelo profundizar, ni pararme y mucho menos tomar nota o guardar el artículo como otros años hacía. Lo curioso es que con este sistema solo puedo hacerlo por las mañanas, soy incapaz, o por lo menos no me acuerdo, de leer en la pantalla grande durante el resto del día, me canso; si estoy en el trabajo y veo algún artículo, también lo trato de leer a prisas y si es muy interesante lo imprimo en papel para intentar hacer una segunda lectura mas profunda en casa.
Recientemente me he sorprendio con otra forma de lectura: la pantalla pequeña. ¿A cual me refiero? Pues a la del móvil, pero curiosamente lo hago cuando mas cansado estoy, cuando estoy en la cama, con las luces apagadas y a punto de dormir me pego la pantalla a la nariz y leo pequeños artículos con mucho placer, mejor incluso que con las prisas de la mañana y por supuesto sin fuerzas ni ganas si estuviera ante la pantalla grande a esas horas. Tal vez influya que soy miope, y sin lentillas lo veo todo mejor a tres centímetros de distancia.
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