01 diciembre 2011

Ciudadanos del mundo - Adela Cortina

Muy buen libro Ciudadanos del Mundo, y no puedo resistirme a terminar de leerlo para detenerme en una de sus páginas y copiar parte del capítulo "Del Estado del bienestar al Estado de justicia".

En su ensayo En torno al tópico: "tal vez eso sea correcto en teoría, pero no sirve para la práctica", intenta Kant mostrar, entre otras cosas, que la felicidad no puede ser un fin de la razón práctica, aplicada esta vez al derecho político, porque la misión del Estado es asegurar un marco jurídico basado en los principios de libertad, igualdad e independencia, y no en procurar a los súbditos una felicidad que ellos son muy dueños de procurarse a su modo.
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Ciertamente, el término felicidad es un término polisémico, y ya Aristóteles anunciaba que no todos entienden de igual modo, pero parece bastante claro que Kant lo identificaba con bienestar, es decir, con el conjunto de todos los bienes sensibles a los que puede aspirar un hombre. Y si cifrar en el bienestar la meta del derecho político le parecía corromper los fundamentos mismos del Estado de derecho, ya que el bienestar sensible sea un ideal de la imaginación, y no de la razón. ¿Que significa esto?
Significa que si, como ha venido a ocurrir en el Estado benefactor, el fundamento del orden político y económico y su fuente de legitimidad es el individuo con sus deseos psicológicos , es decir, el bienestar, y no la persona con sus necesidades básicas, es decir, la justicia, ningún Estado imaginable será capaz de satisfacer tales deseos porque son infinitos; ninguno podrá ser, por tanto legítimo. Y además todos correrán el riesgo de ser injustos, porque en la indefinida maraña de deseos individuales que componen el bienestar, tenderán a atender aquellos que proporcionan votos, y no los que son exigencias básicas de justicia.
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Por eso es urgente la tarea de intentar determinar en cada Estado qué necesidades considera lo que algunos llaman mínimo decente, otros, un mínimo absoluto, por debajo del cual no puede quedar ese Estado si pretende legitimidad . Ese mínimo no compone, ni lo pretende tampoco, el bienestar de los ciudadanos, sino que sea un exigencia de justicia.
El llamado "Estado del bienestar" ha confundido, a mi juicio, la protección de derechos básicos con la satisfacción de los deseos infinitos, medidos en términos del mayor bienestar del mayor número. Pero confundir la justicia que es un ideal de la razón con el bienestar, que lo es de la imaginación, es un error por el que podemos acabar pagando un alto precio: olvidar que el bienestar ha de costeárselo cada quien a sus expensas, mientras que la satisfacción de los derechos básicos es una responsabilidad de justicia, que no puede quedar exclusivamente en manos privadas, sino que sigue haciendo indispensable un nuevo Estado social de derecho -un Estado de justicia, no de bienesatar- alérgico al megaestado, alérgico al electoralismo (...)