Lo primero, una definición, para José Antonio Marina Poder es La capacidad de hacer real lo posible. Es la lucha por la emancipación, el afan de hacer lo que nadie ha hecho (...) la facultad de hacer, de conocer, de adueñarse de la propia naturaleza, de inventar posibilidades y realizarlas, un deseo permanente de la humanidad, que no puede confundirse sin más con el deseo de dominar a otro. En su origen, pues, el poder no es enemigo de la libertad, sino fuente y apremio de ella.Aunque también avisa que de su contexto y su ejercicio existe el peligro de la vanidad, porque el amor al poder es el amor a nosotros mismos.
Interesante la parte en la que explica las diferencias y definiciones entre, sumisión, rebeldía, docilidad, dependencia, colaboracionismo, la identificación, obediencia, esclavitud, etc.
De todas las anotaciones que he hecho del libro me gusta la que cita de Espinoza sobre el Fin del Estado:
El fin del Estado no es dominar a los hombres ni obligarlos mediante el temor a someterse al derecho ajeno, sino, al contrario, liberar a cada uno del temor, a fin de que puedan vivir, en lo posible, en seguridad, es decir, a fin de que pueda gozar del mejor posible de su propio natural derecho a vivir y de actuar sin prejuicio para sí y para los demás. El fin del estado no es convertir a bestias en autómatas a seres dotados de razón, sino al contrario, hacer que sus mentes y sus cuerpos puedan ejercer sus funciones con seguridad, y ellos puedan srvirse de la libre razón y no luchen los unos contra los otros con odio, ira o engaño, ni que tampoco se dejen llevar por sentimientos inicuos. El verdadero fin del Estado es, asi pues, la libertad (Tratado teológico políticio)Y en esas estamos, trabajando para que unas ideas en las que creo estén representadas en los órganos de poder, tratando de entender para que sirve el poder, y como podemos servirnos de él para ganar libertad.
Termino con las últimas palabras que escribe sobre la actitud que la gente tiene ante los proyectos o trabajos que se le presenta:
Sucedió en tiempo de las catedrales. Un vecino visitaba una de ellas en construcción y llegó al tajo donde trabajaban los canteros, esculpiendo unas piedras. Se acercó a uno de ellos y le preguntó: ¿Y usted que está haciendo? "Sudando con esta maldita piedra que Dios confunda! ¡Que asco de trabajo! ¡A ver cuando suena la campana y nos vamos!" El paseante se acercó al segundo cantero y repitió su pregunta: "¿Y usted que está haciendo?" -"Lo que me han mandado. Un cubo de piedra para un muro". Por fin se acercó al al tercero. ¿Y Usted que está haciendo?" El cantero respondió con entusiasmo "¡Estoy construyendo una catedral!" Su trabajo era minúsculo, nunca vería terminada la catedral, pero sentía que estaba colaborando a un bello proyecto que le dignificaba.
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