(...) "Este libro empezó con la observación de que muchas personas muy creativas eran predominantemente solitarias, pero que no tenía sentido suponer que, a causa de ello, eran necesariamente infelices o neuróticas. Aunque el hombre es un ser social que sin duda necesita interaccionar con los demás, hay notables diferencias en la profundidad de las relaciones que establecen unos individuos con otros. Todos los seres humanos necesitan tener aficiones tanto como relaciones; todos estamos orientados hacia lo impersonal tanto como hacia lo personal. Los sucesos de la primera infancia, los talentos y capacidades heredadas, las diferencias de temperamento y un conjunto de otros factores pueden influir en si los individuos, para descubrir el sentido de sus vidas, se vuelven sobre todo hacia los demás o hacia la soledad.
La capacidad de estar solo fue esbozada como un recurso valioso, que facilitaba el aprendizaje, el pensamiento, la innovación, la aceptación de los cambios y el mantenimiento del contacto con el mundo interior de la imaginación. Vimos que, incluso en aquellos cuya capacidad para establecer relaciones íntimas había quedado dañada, el desarrollo de la imaginación creadora podía cumplir una función sanadora. También se han ofrecido ejemplos de individuos creadores cuya preocupación principal era la de dar sentido y orden a la vida antes que la de establecer relaciones con los demás; una preocupación por lo impersonal que, sugerimos, tendía a acrecentarse con la edad. La adaptación del hombre al mundo está en gran medida gobernada por el desarrollo de la imaginación y, por tanto, de un mundo interior de la psique que se halla necesariamente en conflicto con el mundo exterior. La felicidad completa, el sentimiento oceánico de armonía absoluta entre el mundo interior y exterior, sólo es posible transitoriamente. El hombre está constantemente buscando la felicidad pero, por su propia naturaleza, no puede alcanzarla total ni permanentemente, ni con las relaciones interpersonales ni con los desafíos creativos. A lo largo de este libro señalamos que algunas de las experiencias más profundas y psicológicamente reparadoras que los individuos encuentran tienen lugar interiormente y, si acaso, sólo están remotamente relacionadas con la interacción con otros seres humanos.
Las vidas más felices son probablemente aquellas en las que ni las relaciones interpersonales ni los intereses impersonales están idealizados como el único camino de salvación. El deseo y la búsqueda de la totalidad debe abarcar ambos aspectos de la naturaleza humana.
El epígrafe que abre este capítulo está tomado de El preludio. Quizá también sea adecuado que Wordsworth nos proporcione el final.
Cuando, durante mucho tiempo, de nuestro mejor yo hemos sido
Apartados por el ajetreado mundo, y desfallecemos,
Enfermos de sus quehaceres y cansados de sus placeres,
Cuán misericordiosa y benigna es la Soledad[28].
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