Hace unos días mi jefe me mandó a que vaciara uno de los despachos de un compañero que ya no trabajará más en mi empresa, y mientras lo hacía, empecé a tener unas sensaciones difícil de describir porque en ese lugar de trabajo mi compañero había pasado al menos los últimos 20 años de su vida. Entre sus papeles había dibujos en papel (era diseñador), algún cuadro, y libros amarillentos que no quiso llevarse consigo y que yo era incapaz de tirar a la basura. Así mas o menos ha quedado.
La crisis está dejando huella, y para mí me está costando digerir. El compañero al menos ha conseguido una prejubilación, pero muchos de mis amigos han tenido que emigrar estos últimos meses.
Lo malo de todo esto es que cuando pasan dos o tres semanas, ya ni te acuerdas de uno ni de los otros, sigues tratando de sobrevivir ante los cambios en un futuro incierto.