29 agosto 2013

"Haciendo el Indio" (2ª parte)

playadesierta2
Entre las urbanizaciones de Matalascañas y Mazagón existe, a lo largo de su costa, un acantilado de arena que alcanza alturas superiores a los 100 metros como es el caso del lugar llamado El Asperillo, del que ya hablé en mi anterior entrada y que está formado por dunas que, en su movimiento por el viento, van tragando los pinos que en su camino se encuentra; muchas veces he ido de excursión por la zona; recuerdo que con mi hermano, salíamos de casa, subíamos a la primera duna de arena, mirábamos al horizonte y buscábamos otra duna más grande como objetivo para escalar; así entre malezas, hierbas y sorteando arbustos llegábamos a su cima para buscar otra duna más alta todavía desde donde disfrutar de las vistas; cuando nos cansábamos de tanto subir y bajar intentábamos llegar a la orilla de la playa, para así volver a casa más recto, llano y rápido, pero nunca era fácil bajar el precipicio del acantilado, si no llega a ser porque en algún punto encontrábamos unas milagrosas cuerdas por las que descender, tendríamos que repetir el camino de regreso ya muy cansados.

El caso es que hace unos días, mientras leía en la orilla en una zona muy tranquila donde voy y cerca de una de las zonas más altas del acantilado, observé dos chicos que subían a rastras por él,  digo "a rastras" porque es la forma más fácil de subir ya que, si lo haces solo con los pies, a medida que vas dando pasos en la arena resbaladiza, éstos se van hundiendo y retrocediendo las pisadas y el truco consiste en apoyarse con manos y brazos para distribuir el peso del cuerpo entre las cuatro extremidades y así hundirse menos, avanzando más. Decía que observando a estos chavales, pude ver que aunque agarraron alguna trozo de cuerda que había por allí, al ver que estaba suelta o deshecha, la despreciaron tirándola con desgano a un lado intentando seguir su camino de subida. Entonces se me ocurrió hacer algo, y fue ver en que manera podría contribuir a conservar esas cuerdas que tanto me ayudaron cuando lo necesitaba en otros tiempos, y quién sabe, también me pueden salvar más de una ocasión no despeñarme por aquellas alturas.

Cuerda suelta sobre la arena

De camino de vuelta encontré la solución, había tirada en la arena y en grandes bolsas de basura muchos trozos de cuerda de aproximadamente un par de metros las más grandes con las que me propuse unirlas y al día siguiente colocarlas en aquella duna. Las fui recogiendo y haciendo madejas.

Cuerdas

Ya en casa miré en Internet cual sería el nudo más apropiado para atar dos cabos y descubrí que era el "nudo de pescador"
nudo del pescador

Y me puse a atarlas hasta que se me acabaron las cuerdas; las metí en una bolsa dentro de la mochila y ayer me fui a la misión.

Menos mal que el día estaba fresquito, porque no contaba que tenia que subir con todas las cuerdas a la cima, tuve que hacer un par de paradas para respirar. Al llegar arriba descubrí el otro lado de la antigua cuerda suelta y tenía otro problema ¿Donde atarlas? lo más próximo eran matas de arbustos, aunque a lo lejos descubrí un pino bastante sólido y metros de cuerda me sobraban para alcanzarlo; a por él me fui.
Cuerda atada a árbol

Quedó bastante segura pero, pensándolo mejor, tuve que desechar la idea, la cuerda quedaba muy alta y en cuanto se tiraba por el otro lado, se levantaba mucho, con el peligro de que si pasaba una persona por el camino, incluso un caballo como pude ver por las pisadas sería un peligro.

Al final, como había cuerda de sobra, até a dos raices y las uní en forma de V, así en el caso de que se rompiera una cuerda o una rama, por algún sitio se mantendría tensa.
Cuerda atada en v

Y listo, este es el resultado mientras bajaba e iba soltando lastre.

26 agosto 2013

Vacaciones de ocio en Matalascañas

Sombrajo de palos
Este año por motivos económicos y laborales, me quedo sin "vacaciones pagadas", así que he aprovechado el piso de mis padres y su generosidad para "hacer el indio" en Matalascañas. Cabalgando en una vieja bicicleta de tercera mano, he podido recorrer las llanuras de pinos en busca de aventuras.

A los que hayan encontrado por medio de un buscador esta entrada poniendo usando las palabras "Ocio Matalascañas" les diré que esta urbanización en la Costa de la Luz de Huelva cuenta con lo típico del turismo de Sol y Playa: Chiringuitos donde comer pescado fresco y vinos del Condado para antes o después de tumbarse en la arena a disfrutar del descanso. Hay paseos a caballos (o dromedarios), Exposiciones puntuales, música de la banda del pueblo, etc. Está también el parque Dunar, y aunque dentro de él haya cerrado el museo marino, se puede disfrutar de buenos paseos; y casi desde sus puertas, a través de un paseo por la ronda norte que lleva al mismísimo parque nacional de Doñana, se puede disfrutar de esculturas que jalonas las rotondas, la mayoría con motivos marinos o pseudo-históricos (dólmenes donde nunca hubo enterramientos o cañones donde no se disparó ningún tiro).

Rotonda ronda norte matalascañas

Paseo ronda norte matalascañas

Con la bici he podido llegar bien dentro de la orilla del parque, donde está prohibido acampar, y como no me cabía la sombrilla, llegué a montar en la orilla hasta un sombrajo de palos que encontré tirados por allí como veis en la primera foto arriba.

Pero también he ido más lejos que nunca en dirección opuesto; ayer mismo por la tarde me atreví a coger el carril bici que lleva hasta una playa llamada Cuestamaneli, (16 kms), haciendo una parada en la laguna El Jaral y, después de aparcar la bici en la verja que separa el carril de la zona natural, eché un ratito de senderismo hasta llegar al Acantilado del Asperillo, que, con una altura de más de 100 metros solo de arena, se le considera monumento natural.


El camino del carril bici hacia el sur está muy bien, buen asfalto de tierra prensada, sin casi ningún tramo de arena ni cuestas, y lo más importante, siempre, o casi siempre a la sombra entre pinos.

Cartel carril bici El Asperillo

Carril bici El Asperillo

Para finalizar, decir que la novedad de este año aquí han sido las actividades deportivas organizadas por un club nuevo de fitness llamado "Los Espartanos", gracias a ellos se han organizado la primera carrera nocturna a lo largo de la costa y también una carrera ciclista, también de noche, porque eso sí, calor hace y mejor practicar deporte con la fresquita.

Carrera nocturna de bicicleta en Matalascañas

Carrera nocturna de los espartanos en Matalascañas

Ah! se me olvidaba otro estreno, la nueva biblioteca pública, desde donde escribo esta entrada, situada en un edificio enorme con pinta de lata de conserva gigante donde se han trasladado todas las dependencias municipales junto el ambulatorio. Buen aire acondicionado y la conexión a internet no va del todo mal a pesar de tanta gente conectada con sus equipos. (A parte se pueden sacar libros prestado para leer por si te aburres bajo la sombrilla).
Biblioteca pública Matalascañas
Biblioteca pública de Matalascañas

11 agosto 2013

No hables con extraños

Interior autobús
Viaje compartido... en un autobús.
Hace un par de días un contacto de Facebook ponía en su muro que pensaba hacer un viaje a la costa portuguesa y ofrecía a todos sus amigos la posibilidad de compartir viaje y gastos. Cuando lo leí, sentí por él nuevo motivo de admiración por su iniciativa abierta; el caso es que empezaron a llover comentarios y alguno le criticó y alertó que no debería de haber puesto eso, que al final "se apunta el que menos desearía la compañía".

Por la tarde, en la playa leía a Bauman y en un capítulo del libro "Modernidad líquida" titulado "No hables con extraños" encontré una explicación y al comportamiento de mi amigo de facebook y el comentario que leí. 

"No hables con extraños" -que era antes una advertencia de los padres a sus hijos indefensos- se ha convertido se ha convertido ahora en un precepto estratégico de la modernidad adulta.

Dice Bauman:
- "La esencia de la civilidad es la capacidad de interactuar con extraños sin atacarlos por eso y sin presionarlos para que dejen de serlo o para que renuncien a algunos de los rasgos que los convierten en extraños (...)
- La capacidad de convivir con las diferencias, por no hablar de disfrutar de ellas y aprovecharlas, no se adquiere fácilente, y por cierto no viene sola. Esa capacidad es un arte que, como todas las artes, requiere pluralidad de los seres humanos y a la ambivalencia de todas las decisiones de clasificación/archivo, es, por el contrario, espontánea y se refuerza a sí misma: cuanto más efectivos son el impulso hacia la homogeneidad y los esfuerzos destinados a eliminar las diferencias, tanto más difícil resulta sentirse cómodo frente a los extraños, ya que la diferencia parece cada vez más amenazante y la angustia que provoca parece cada vez más intensa. (...)
- Los esfuerzos por mantener a distancia el "oro", el diferente, el extraño, el extranjero, la decisión de excluir la necesidad de comunicación, negociación y compromiso mutuo, no sólo son concebibles sino que aparece como respuesta esperable a la incertidumbre existencial a la que han dado lugar la nueva fragilidad y la fluidez de los vínculos sociales.
Y todo esto me trae el recuerdo de una experiencia personal de hace unos años, que por ciertos motivos que no vienen al caso, encontré la posibilidad de hacer un viaje, sólo el trayecto a mi destino, con un extraño; a penas me dio tiempo a "investigar" quién sería el "otro" como sería su personalidad, su edad o sus ideas. El caso es que dentro de un rango de posibilidades empecé a imaginar el peor de los dos extremos, alguien demasiado alternativo, liberal, "perroflauta" etc. o en el otro polo, podría ser alguien muy conservador, sevillano de pura cepa, de sus tradiciones capillita, etc. y ... cuando llegué al lugar y la hora convenida, se cumplieron mis sospechas, el "otro" era era mucho más extremo de lo que había temido (no voy a decir cual) Me ví "obligado" a compartir el espacio con alguien que en circunstancias normales no me hubiera gustado conocer. Sin embargo, la experiencia fue enriquecedora, no solo se me cayeron muchos de mis prejuicios, sino que aprendí cosas y noté que él también estuvo interesado por mi forma de pensar; el viaje a penas duró dos horas y se me pasó volando. llegamos al destino, le pagué lo convenido, (él era el que puso el coche y parte de la gasolina), nos despedimos.
Ha pasado el tiempo y alguna vez lo he vuelto a ver en Sevilla creo que fue una noche en un bar en una calle por donde pasaba y otro día corriendo por el río en el trayecto opuesto al que yo recorría. Estoy seguro que nos reconocemos, pero no nos hablamos ni nos interesa ni queremos; tenemos muchas diferencias como para ser amigos, pero al menos durante dos horas nos "obligamos" a entendernos, negociar un espacio y un tiempo común que recuerdo con agrado y fue para mi un estupendo encuentro.