18 diciembre 2010

Contra las patrias

Acabé de leer hace unas semanas el libro de Savater Contra las patrias, un libro del año 1984 con el curioso subtítulo de "Ojalá este libro ya no fuese necesario", pero por lo que veo en el año de la reedición, la que he leido es de 2007, me da pensar que sigue necesario reflexionar las nefastas consecuencias del pensamiento nacionalista y peligroso que es adoptar posturas relativistas en la vida. Pienso que después del fascismo, el nacionalismo es una de las corrientes más egoístas y peligrosas en las que puede caer un pensamiento político.

El libro de Savater reune 27 artículos publicados en distintos medios explicando lo que más arriba digo; desde el primero en el que habla de su compromiso personal con este tema, deja claro lo siguiente:

Está perfectamente claro la oportunidad de apoyar a los grupos minoritarios, marginados, excluidos, a quienes se resisten a la coactiva homogenización de la abstracción estatal por su sexo, su lengua, sus tradiciones nacionales no respetadas, sus costumbres, su color de piel, su psiquismo, etc, en una palabra, a quienes representan la diferencia social y políticamente reivindicativa, pero si esos grupos, al identificarse como tales, adopta de inmediato todas las rigideces bélicas de autoglorificación y denigración polémica del contrario o del distinto hace reproducir de nuevo la miniatura de la totalización estatal (...)

Solo el que no vale por sí mismo puede creerse que hay mérito en haber nacido en determinado lugar bajo determinada bandera. Por otra lado, desde muy joven tuve a los nacionalismos por una grave desgracia colectiva enemiga principal de la paz entre los paises y de la emancipación del individudo.

Y eso es solo el principio.

Casi al final del libro anoté también este párrafo:

Detestar las patrias y abominar de la nacionalidades no es rechazar la solidaridad necesaria a todo grupo social, ni mucho menos considerar el encanto estético de las diferencias de costumbres, lenguas, ritos, y estilos de vida. Tampoco significa olvidar las tradiciones comunes, aunque si, desde luego valorar de manera más escéptica y menos cruenta el esfuerzo de los padres fundadores. El último extremo, ir contra las patrias supone fundamentalmente asumir sin ambages: "yo prefiero ser ciudadano de un país democrático, con leyes discutidas y popularmente aceptadas, con garantías jurídicas, igualitario de principio y tendiente dentro de lo posible a la efectiva igualación social, económicamente justo o con posibilidades institucionales de luchar porque llegue a serlo que afiliarme a cualquier patria, a cualquier bandera, a cualquier himno, a cualquier lengua, a cualquier venerable tradición, a cualquier independencia que me someta a la dictadura de los más cercanos a la prehistoria de mis conciudadanos, etc.


Si leéis este libro, tal vez, aprenderéis a ser mas libres.

12 diciembre 2010