06 julio 2007

Curriculum en mano

Muchas veces vienen a la empresa donde trabajo personas con su curriculum en mano. Algunos tienen incluso aprendido la forma de preguntar por el "responsable o gerente", y mi obligación es también preguntarle el motivo de su visita. La verdad es que desde lejos se ve venir que son gente que busca trabajo; normalmente los vendedores suelen ir enchaquetados y llevar pesadas carteras, en cambio los primeros suelen ir informales y con una pequeña carpeta, muy fina, como para que quepan algunos folios con sus datos, formación y experiencia laboral.
Básicamente hay dos tipologías, los jóvenes recien graduados que buscan trabajo relacionado con su formación dentro de empresas de su sector, en mi caso artes gráficas, y las personas no cualificadas que son inmigrantes y personal "hago de todo".
Lo que si tiene en común ambos grupos es su mirada, una cierta inseguridad y como si te preguntaran con la vista si podrían trabajar aquí, tardan en darte el curriculum, como si quisieran prolongar el ratito del encuentro, aprovechar el aire acondicionado, o buscando alguna pista en algún sitio; yo les suelo responder lo mismo, que me den a mí el curriculum para hacerselo llegar al gerente y si hubiera alguna necesidad le llamaríamos. Luego lo pongo en la bandeja con otros papeles que él se lleva a mitad de la mañana.
Alguna vez he visto a mi jefe comentar que no puede hacer nada, que parecen gente válida, pero no tiene necesidades de contratar mas trabajadores. Nunca le he visto tirar un curriculum, por lo menos directamente, ni tampoco en la papelera de papel cuando se la tiro. Ya es algo.

Una de las primeras veces que trabajé fué también porque envié mi curriculum a un pequeño anuncio por palabras, tenía apenas 2 centímetros y buscaban un dependiente para una tienda; una vez que me seleccionaron y empecé a trabajar. Una tarde descubrí en el almacen un cajón lleno de curriculums con la misma fecha de envío en que yo lo hice, los estuve leyendo por encima y me dí cuenta de que muchos eran tan válidos como yo para trabajar en mi mismo puesto, fué entonces cuando pensé de la suerte que tuve y por que no decirlo, aumentó mi autoestima; tal vez, le caí en gracia al dueño de la tienda cuando me entrevistó, lo mismo que pasó con el gerente donde trabajo ahora. Éste empezó la conversación diciendo que tenía familiares en el pueblo donde nací, y a partir de entonces supe que trabajaría aquí.